One day as I was worshipping, I heard the Lord whisper one word: ‘impressed’. In that moment, God conveyed a lifetime of attitudes. In that one word, God convicted me of something rooted deep within that had to change immediately.
From early on in my Christian walk, I had a strong sense of the call of God on my life. I received several significant prophecies that confirmed that The Lord wanted to use me. I was hungry for ministry.
But wrapped up in that yearning to lead was a desire for prominence. Every word that alluded to fame or success excited me. There is no doubt that I was desperate to please God but I also liked the thought of the limelight.
When God said ‘impressed’ to me, I instantly understood. I was impressed by mighty ministries, I was impressed by jumped-up job titles, I was impressed by important people, I was impressed by big congregations, I was impressed by powerful anointings. I was even impressed by the call of God on my own life.
Low Life
As I fell to my knees, I repented. Romans 12:16 says, “Do not set your mind on high things but associate with the humble”. My mind was focused on high things. I needed a system reset.
Scripture instructs us not to think of ourselves more highly than we ought but instead to be sober-minded. I thought that my gifts and call made me important. How wrong I was. My value comes from being God’s child not from being a minister.
Being impressed can be dangerous. It can cause us to focus on the wrong things. We should not put people or positions on pedestals. It is important to honor leaders but only Jesus deserves adoration. If we treat ministers like stars, we can make it hard for them to walk in humility.
Star or Servant?
Hezekiah was one of Israel’s best kings. He loved The Lord, served Him with all his might and did what was right in His sight. At the same time, he had a weakness.
Towards the end of his reign, he received a very special visitor. Remember, Israel was a tiny nation so when the son of the Babylonian king came to visit him, he was blown away.
The Bible says that he was very attentive to the royal party. Perhaps he was thinking, “Wow, one of the most powerful people in the world has come to see me… I must make a good impression!”
You see when we are impressed, we often want to make a good impression in return. We want people to think well of us. We become preoccupied with the opinions of people.
It is not just an Old Testament problem. Why do we name-drop? Perhaps it is because we are enamoured when we meet someone special and we think it may dazzle others too.
King Hezekiah decided to show off his nation’s vast array of treasures to his highly esteemed guests. Surely they would be amazed that his country had such an exquisite collection of gold, silver & armour.
After the royal party left, God sent Isaiah to confront Hezekiah about what he had done. His desire to show off cost Israel everything.
A Better Way
When we hear about the good things that God wants to do in us and through us, let us remember we are just His vessels.
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Un día mientras estaba adorando, escuché al Señor susurrar una palabra: “impresionada”. En ese momento, Dios transmitió toda una vida de actitudes. En esa única palabra, Dios me convenció de algo profundamente arraigado en mi interior que tenía que cambiar de inmediato.
Desde el principio de mi caminar cristiano, tuve un fuerte sentido del llamado de Dios en mi vida. Recibí varias profecías importantes que confirmaron que el Señor quería usarme. Tenía hambre de ministerio.
Pero envuelta en ese anhelo de liderar había un deseo de prominencia. Cada palabra que aludía a la fama o al éxito me emocionaba. No hay duda de que estaba desesperada por agradar a Dios, pero también me gustaba la idea de ser el centro de atención.
Cuando Dios me dijo “impresionada”, lo entendí al instante. Me impresionaron los ministerios poderosos, me impresionaron los títulos de trabajo saltados, me impresionaron las personas importantes, me impresionaron las grandes congregaciones, me impresionaron las unciones poderosas. Incluso quedé impresionada por el llamado de Dios a mi propia vida.
Mala Vida
Caí de rodillas y me arrepentí. Romanos 12:16 dice: “No pongas tu mente en cosas altivas, sino asóciate con los humildes”. Mi mente estaba concentrada en cosas elevadas. Yo necesitaba un reseteo.
Las Escrituras nos instruyen a no pensar en nosotros mismos más de lo que deberíamos, sino a ser sobrios. Pensé que mis dones y mi llamado me hacían importante. Que equivocada estaba. Mi valor proviene de ser hija de Dios, no de ser ministro.
Quedarse impresionado puede ser peligroso. Puede hacer que nos concentremos en las cosas equivocadas. No debemos poner a las personas ni a los puestos en pedestales. Es importante honrar a los líderes pero sólo Jesús merece adoración. Si tratamos a los ministros como estrellas, podemos hacerles difícil caminar en humildad.
¿Estrella o Servidor?
Ezequías fue uno de los mejores reyes de Israel. Amaba al Señor, le sirvió con todas sus fuerzas e hizo lo recto ante sus ojos. Al mismo tiempo, tenía una debilidad.
Hacia el final de su reinado recibió una visita muy especial. Recuerde, Israel era una nación pequeña, por lo que cuando el hijo del rey de Babilonia vino a visitarlo, quedó impresionado.
La Biblia dice que estuvo muy atento al cortejo real. Quizás estaba pensando: “Vaya, una de las personas más poderosas del mundo ha venido a verme… ¡Debo dar una buena impresión!”.
Verá, cuando estamos impresionados, a menudo queremos dar una buena impresión a cambio. Queremos que la gente piense bien de nosotros. Nos preocupamos por las opiniones de la gente.
No es sólo un problema del Antiguo Testamento. ¿Por qué mencionamos los nombres importantes? Quizás sea porque nos ilusionamos cuando conocemos a alguien especial y pensamos que puede impresionar a los demás también.
El rey Ezequías decidió mostrar la gran variedad de tesoros de su nación a sus muy estimados invitados. Seguramente se sorprenderían de que su país tuviera una colección tan exquisita de oro, plata y armería.
Después de que el grupo real se fue, Dios envió a Isaías para confrontar a Ezequías por lo que había hecho. Su deseo de hacer alarde le costó todo a Israel.
Una Mejor Manera
Cuando escuchemos acerca de las cosas buenas que Dios quiere hacer en nosotros y a través de nosotros, recordemos que solo somos sus vasos.
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