A few years ago, I was flying to the Middle East to be the main speaker at a major women’s conference. But there was a slight problem: I had completely lost my voice. I don’t mean that it was a little scratchy. There was nothing, nada! And it had been that way for five full days.
God promised that I would preach so I was confident that He would come through but it was a little nerve-wracking to say the least. As I prayed and prepared, I realised that I had been unwell four times in just four months. “That’s not right,” I mused. So I prayed, “If all is well, then why am I getting sick so often?”
(I encourage you to be an enquirer. When you see patterns or issues that you know aren’t God’s plans, ask the Lord to show you any underlying causes. You will be amazed what you will learn.)
The Mirror
Almost instantly the Lord revealed the issue. The Bible teaches that faith is of the heart. It’s not a head thing, the kind of faith that can move mountains in our lives grows in our hearts. So if we are entertaining junk inside, it can paralyze our faith.
God showed me a mirror of myself. I would be gearing up for some major ministry then I would feel some flu-like symptoms. “Oh no, that’s not fair! Why me?” I would moan to myself. “I can’t believe it’s happening again. I pray over my health and yet here I am fighting another fever.”
Then I would think, “Oh well, it’s time to step up once more. Even with aches and pains, I will crack on as I always do. I will minister anyway.” By that time, I would probably be writing a text to share my plight and ask for prayer.
What’s wrong with all that? Well, let’s say it the way it really was… Sickness would knock at my door. Self pity would open it wide and pride would say, “Come in.”
We can’t afford to entertain either of those enemies. We can’t afford to feel sorry for ourselves when our journey through life takes a tough turn. And we can’t afford to see ourselves as some of sort of hero for soldiering on.
What’s The Problem?
If my heart is full of self-pity and pride, then there won’t be the room or the right atmosphere for faith to rise up and fight my battles. Faith changes things, so we don’t want to crowd it out with with our heart issues.
With tears trickling down my cheeks, I told God how very sorry I was. (Did I mention that I was on a plane sitting beside a stranger? I sure was glad that my hair was long enough to cover my face!) I repented of self pity and dealt with my pride. I asked God to cleanse my heart and heal my body.
I woke up on the morning of the conference in my hotel room. I was due to preach in about 3 hours. I opened my mouth, and after a week of silence, a booming voice sounded. I was healed. But not just healed, I was changed too.
If you want God to shine His light into your heart and reveal the issues that you didn’t even realise were holding you back, I encourage you to join Healed for Life – The Virtual Encounter 19-20 July. You’ll be amazed at what God will do.
Hace unos años, volaba al Medio Oriente para ser la oradora principal en una importante conferencia de mujeres. Pero había un pequeño problema: había perdido completamente la voz. No quiero decir que tenía la voz un poco áspera. ¡Se me había ido por completa! Y ya había estado sin voz por cinco días.
Dios prometió que predicaría, así que estaba segura de que Él lo cumpliría, pero sin embargo fue estresante. Mientras oraba y me preparaba, me di cuenta de que me había sentido enferma cuatro veces en sólo cuatro meses. “Eso no está bien”, reflexioné. Así que oré: “Si todo está bien, ¿por qué me enfermo con tanta frecuencia?”.
(Te animo a que preguntes. Cuando veas patrones o problemas que sabes que no son los planes de Dios, pídele al Señor que te muestre las causas subyacentes. Te sorprenderá lo que aprenderás).
El Espejo
Casi instantáneamente el Señor reveló el problema. La Biblia enseña que la fe es del corazón. No es una cuestión de cabeza, en nuestro corazón crece el tipo de fe que puede mover montañas en nuestras vidas. Entonces, si albergamos basura en nuestro interior, esto puede paralizar nuestra fe.
Dios me mostró un espejo de mí misma. Vi que a veces me estaba preparando para algún ministerio importante y luego me sentía algunos síntomas parecidos a los de la gripe. “¡Oh no, eso no es justo! ¿Por qué yo?” Me quejaría a mí misma. “No puedo creer que esto esté sucediendo de nuevo. Oro por mi salud y, sin embargo, aquí estoy luchando contra otra fiebre”.
Entonces pensaba: “Oh, bueno, es hora de dar un paso adelante una vez más. Incluso con dolores y molestias, seguiré adelante como siempre lo hago. Ministraré de todos modos”. En ese momento, probablemente estaría escribiendo un texto para compartir mi situación y pedir oración.
¿Qué hay de malo en todo eso? Bueno, vamos a decirlo como realmente fue… La enfermedad tocaba a mi puerta. La autocompasión la abriría de par en par. Y el orgullo decía: “Adelante”.
No podemos darnos el lujo de entretener a ninguno de esos enemigos. No podemos darnos el lujo de sentir lástima de nosotros mismos cuando nuestro viaje por la vida da un giro difícil. Y no podemos darnos el lujo de vernos como una especie de héroe por seguir adelante.
¿Cuál Es El Problema?
Si mi corazón está lleno de autocompasión y orgullo, entonces no habrá el espacio ni la atmósfera adecuada para que la fe se levante y pelee mis batallas. La fe cambia las cosas, por lo que no queremos desplazarla con nuestros problemas del corazón.
Con lágrimas corriendo por mis mejillas, le dije a Dios cuánto lo sentía. (¿Mencioné que estaba en un avión sentada al lado de un extraño? ¡Me alegré de que mi cabello fuera lo suficientemente largo como para cubrir mi cara!) Me arrepentí de la autocompasión y lidié con mi orgullo. Le pedí a Dios que limpiara mi corazón y sanara mi cuerpo.
Me desperté la mañana de la conferencia en mi habitación de hotel. Debía predicar en aproximadamente 3 horas. Abrí la boca y, después de una semana de silencio, sonó una voz retumbante. Fui sanada. Pero no sólo fui sanada, sino que también fui cambiada.
Si quieres que Dios haga brillar su luz en tu corazón y te revele los problemas que ni siquiera sabías que te estaban frenando, te animo a unirte a “Healed for Life – The Virtual Encounter” (en español: Sanado de Por Vida – El Encuentro Virtual”) del 19 al 20 de julio. Te sorprenderá lo que Dios hará.