Traumatic experiences can be so distressing that we try to avoid looking back. However, if we don’t deal with pain buried inside, it will often drive our decisions and impact our daily lives.
Romans 8:14 tells us that God’s children should be led by His Spirit, not shaped by trauma. The Lord wants to heal your heart so you can be free to enjoy the abundant life Jesus died to provide.
Here are six signs you’ve been marked by trauma:
- Loud or sudden noises cause a fright
- You have a short fuse or nervous laugh
- You feel uncomfortable in certain settings
- You suffer from social anxiety
- You’re detached from your emotions or numb
- Medical settings make you anxious
Violence growing up can produce anxiety later in life. Subjection to anger outbursts or rage can create intimidation. A natural disaster or car wreck might leave you scared of certain weather patterns or fast driving.
Workarounds Don’t Make It Go Away
Sometimes we adapt our routines so that we don’t have to look back at unpleasant memories. Maybe you dislike one town, feel anxious when you see certain names flash on your phone or avoid talking to new people.
Perhaps you change the subject if someone mentions a certain season or you look away when you pass a hospital. It is staggering how many of us have fears that control our habits.
Trauma can shape personalities. Babies are not born shy. Bad experiences open the door to intimidation. A short fuse, oversensitivity, passive-aggressive tendencies, emotional detachment or harshness are often borne out of distress.
It’s Not A Personality Issue…
Even our preferences can be influenced by unpleasant events. You might not like hugs, going on vacation, being photographed or making calls. Perhaps you think it’s just the way you are, but aversions like these are often forged by trauma.
It is only when our hearts are healed that we can completely defuse trauma’s impact on our lives and be free to fulfil our purpose. It’s not always easy to face pain, but the peace and liberty on the other side are breathtaking.
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Las experiencias traumáticas pueden ser tan angustiosas que intentamos evitar mirar atrás. Sin embargo, si no lidiamos con el dolor enterrado en nuestro interior, a menudo impulsará nuestras decisiones e impactará nuestra vida diaria.
Romanos 8:14 nos dice que los hijos de Dios deben ser guiados por Su Espíritu, no moldeados por el trauma. El Señor quiere sanar su corazón para que usted pueda ser libre para disfrutar la vida abundante por la cual Jesús murió.
Aquí hay seis señales de que ha estado marcado por un trauma:
- Los ruidos fuertes o repentinos le causan susto.
- Se enoja fácilmente o tiene risa nerviosa.
- Se siente incómodo en determinados entornos.
- Sufre de ansiedad social.
- Está desapegado de sus emociones o entumecido.
- Los entornos médicos lo ponen ansioso.
La violencia al crecer puede producir ansiedad en el futuro. El sometimiento a un estallido de ira o rabia puede crear intimidación. Un desastre natural o un accidente automovilístico pueden hacer que tenga miedo de ciertos patrones climáticos o de conducir rápido.
Las Soluciones Alternativas No Hacen Que Desaparezca
A veces adaptamos nuestras rutinas para no tener que recordar los recuerdos desagradables. Tal vez no le gusta cierta ciudad, se siente ansioso cuando ve ciertos nombres en su teléfono, o evita hablar con gente nueva.
Quizás cambia de tema si alguien menciona una determinada temporada de su vida o mira hacia otro lado cuando pasa por un hospital. Es sorprendente cuántos de nosotros tenemos miedos que controlan nuestros hábitos.
El trauma puede moldear la personalidad. Los bebés no nacen tímidos. Las malas experiencias abren la puerta a la intimidación. El fusible corto, la hipersensibilidad, las tendencias pasivo-agresivas, el desapego emocional o la dureza a menudo surgen de la angustia.
No Es Una Cuestión de Personalidad…
Incluso nuestras preferencias pueden verse influenciadas por acontecimientos desagradables. Puede que no le gusten los abrazos, irse de vacaciones, que lo fotografíen o hacer llamadas telefónicas. Tal vez piense que así es, pero aversiones como éstas suelen estar forjadas por un trauma.
Sólo cuando nuestros corazones estén sanados podremos desactivar por completo el impacto del trauma en nuestras vidas y ser libres para cumplir nuestro propósito. No siempre es fácil afrontar el dolor, pero la paz y la libertad que se respiran al otro lado son impresionantes.
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